abril 22, 2006

Match point, el anillo en el agua


Match point (Woody Allen, 2005)

Es el punto de partido, el que decide un set, un partido, y definitivamente la victoria o la derrota. Por el título, las sugerencias de la voz en off y la alegoría visual parece que la película de Allen retrata la suerte. No es así. O es también otro retrato, el de la desesperación. Y es una fábula, una suerte (ahora sí) de fábula moral sin moraleja.

Chris Wilton ingresa en el mundo adulto del amor desesperado (¿hay otro?) en el mismo momento en que ve por primera vez a Nola Rice, frágil ésta para devolver la bola de pin-pon, pero de sobra poderosa para que Wilton no tenga más remedio que arrojar su anillo al agua. El camino de Chris, desde ese momento, no es el de la ambición desmedida que todo lo arrasa, sino el de la desesperación humana, consustancial al cuerpo (el alma se perdió con el anillo) y habitada de sudor y de lágrimas. Por eso, cuando en el penúltimo momento el anillo no cae al agua, no es la suerte quien gana, sino el azar, que lleva al tenista abatido a la única salida posible: la derrota.

8 Comments:

Blogger Unknown said...

Lo malo de Matchpoint es la moraleja. Demasiado explícita y, como en las obras shakespearianas, puesta en boca de fantasmas: los de las dos asesinadas por el protagonista, que se le aparecen para decirle que vivimos en un mundo sin sentido, donde la justicia propiamente dicha no es sino una de las muchas manifestaciones del ciego azar.

Woody Allen lo había afirmado ya una y otra vez en sus películas. Y nos reíamos, tal vez porque hay cosas que, parecen demasiado solemnes para ser puestas en labios de un personaje titubeante y neurótico como el que suele protagonizar las historias de Allen. Humor nihilista, humor de guetto. Pero esta vez el cineasta neoyorquino no ha querido plasmar su visión del mundo a través de las cuitas de un grupo de personas maduras con los afectos cruzados. Esta vez, Allen ha trasladado el mismo conflicto a un grupo de veinteañeros. Y el resultado no puede ser más demoledor: lo que entre cuarentones (o cincuentones) queda reducido a un mero vapuleo a la autoestima y una nueva lección sobre la inconsistencia y la falta de lógica de los afectos humanos, entre jóvenes (es decir, entre gente que no ha desarrollado aún la corteza protectora necesaria para aceptar la propia insignificancia) supone nada menos que una negación radical de los fundamentos mismos de la sociabilidad humana. De ahí el recurso al crimen desesperado; y de ahí que el azar venga a ayudar, inesperadamente, al criminal: una de sus muchas torpezas se convierte en la coartada definitiva, la que le absuelve definitivamente de toda sospecha.

Película perturbadora e incómoda. Y, sobre todo, desconcertante. ¿Por qué abandona Allen a sus personajes habituales, a los que conoce tan bien, para indagar en el mundo menos mullido y confortable de los jóvenes con ganas de comerse el mundo? ¿Por qué cambia Nueva York por Londres? ¿Acaso para dar verosimilitud a los derroteros de cine policíaco inglés por los que conduce su historia? Me convence más el otro Woody Allen, el de Deconstruyendo a Harry. Perder el recurso a la ironía se me antoja una severa derrota intelectual. Aunque es posible que Allen haya querido dejar testimonio, aquí, de esa derrota ya asumida. Es posible que, harto de sus sofisticados de Nueva York, quiera decirnos que la generación que viene a sustituirlos no le merece mejor juicio.

25/4/06 5:41 p. m.  
Blogger María Jesús Ruiz said...

Confieso que, a la vista de su análisis, la moraleja de los fantasmas se me hace explícita. Y también se convierte en lo único que me sobra de la película. Simplemente no la vi. Ni quiero verla. Me queda en la retina la desesperación y la belleza de Chris Wilton, y -lo haya querido o no- eso es lo que ha retratado Allen.

Por otra parte, nunca he visto en las películas de Allen un retrato de generaciones, nunca me ha resultado relevante la edad de los personajes. Sigo pensando que la elección de veinteañeros, en este caso, no tiene nada que ver con el análisis de la pasión que pretende (y que realiza magistralmente), y por supuesto que el arribismo social del protagonista es, si acaso, una máscara argumental.

26/4/06 1:10 p. m.  
Blogger Unknown said...

Los personajes de Allen han envejecido con él: desde el donnadie inconsecuente de "Bananas" hasta los casi ancianos de "Misterioso asesinato en Manhattan" (fascinados, por cierto, por la ancianidad mucho más palpable de sus vecinos). En ese aspecto, su cine es una crónica generacional, ceñida a un espacio muy concreto (Nueva York) y una clase social perfectamente definida (los intelectuales y artistas neoyorquinos, con su frivolidad, sus conflictos impostados, su crisis permanente de identidades).

Por eso esta película representa un reto y una ruptura. ¿Por qué? Primero, porque a él le da la gana, claro. Pero lo que parece evidente es que Woody Allen trata a estos nuevos personajes jóvenes con una cierta dureza: la que reservaba antes, por cierto, para sus personajes femeninos, en nombre de su nunca bien reprimida misoginia.

Yo creo que merecen esa dureza. Y aún hay un indicio más a favor de mi interpretación de que la película "traslada" intencionadamente un conflicto arquetípico a unos ámbitos nuevos: el tema jamesiano del americano (americana, esta vez) desplazado a Europa. Todos los recursos de la película (trama policial incluida) dependen de este desplazamiento espacial, cultural y, por qué no, generacional.
(Uf)

26/4/06 5:36 p. m.  
Blogger María Jesús Ruiz said...

Eso es bien cierto, me refiero a lo del tema del americano en Europa.

Por encima de las actualizaciones cinematográficas o narrativas en general del siglo XX, es muy interesante ese aspecto de la película, que yo no había captado.

En realidad, en esencia, se trata del viejo mito humanista (luego romántico) de contraste entre lo civilizado y lo incivilizado, de lo natural frente a lo artificioso. A la orilla de la intelectualidad humanista llega, en cierto momento, la naturaleza, la aldea, lo agreste, y el hombre libresco acaba seducido por el estado primario de las cosas que su civilizada existencia le niega. Así Don Quijote frente a los cabreros (I,11) en el discurso de la Edad de Oro. Así el romanticismo decimonónico frente a lo que llamaron "Naturpoesie". Así Robinson Crusoe frente a Viernes.

Nola Rice es el estado primario de la naturaleza, eclosionada ésta en el embarazo naturalmente generado por la pasión (creo que hay una frase en la película que dice más o menos eso). El hombre civilizado, Chris Wilton, desarmado por la desnudez intelectual de Nola, no tiene otra salida que matarla. Es la contrautopía quijotesca. También. No hay lugar, en esta mecánica de la vida que hemos construido, para eso.
Es también -el asesinato de Nola- la respuesta masculina secular ante la mujer salvaje (vid. mi artículo en "Asonante"), la no domesticada, la que -como las sirenas que llamaban a Ulises- pone en peligro el orden social, moral y familiar establecido.
Uf también

27/4/06 2:52 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No creo que a Woody Allen, como buen ególatra, le importen demasiado los derroteros de los jóvenes. Como es su película habla de sus propias obsesiones, una de ellas la de la culpa judeocristiana. Toda la película es una actualización de “Crimen y Castigo”, precisamente el libro que Christ Wilton está leyendo al principio de su ascensión social. Pero es verdad que Allen, con la edad, se decanta por el cinismo. Los sucesivos engaños de Christ no lo presentan como alguien despiadado sino como un buen tipo que hace lo que debe. En el momento en que se encuentra con Nora Rice parece que ella también es igual que él (de hecho tienen hasta un fuerte parecido físico). Allen la condena no por ambiciosa sino precisamente por todo lo contrario, por mema. Creo que ha elegido una pareja joven porque lo que muestra es la lucha entre lo que nos conviene (cínicamente) y lo que deseamos. En esa edad en que se nos supone más irracionales y en el que el futuro todavía está por construir (o eso se creen ellos). En cualquier película “romántica” hubiera triunfado el amor. Ni aquí ni en la vida ocurre así. Y no se trata de que la edad amortigüe esa pasión, sino que la elección siempre es desigual: gana la comodidad. El que ella, tan boba como guapa, sea americana es sólo una pequeña broma cruel de Allen sobre la cultura de sus compatriotas, ahora que ha decidido rodar siempre en Europa. Él la mata porque es un obstáculo para su felicidad, cuando sabe que prefiere conservar su estatus que dejarse arrastrar por la pasión (si se me permite una construcción tan pobre pero tan visionaria de su futuro). Lo que me agradó de la película es su habilidad para manipularnos: comprendemos igual que Christ sea capaz de enloquecer por esa criatura turbadora que no tenga más remedio que eliminarla para sobrevivir él. No hay compasión con ella. Vivimos con angustia el que sea un asesino ruinoso, que deje tantas pistas, que vaya a ser prendido en cualquiera de ellas. Y suspiramos de alivio cuando se queda sin castigo, simpatizando con él. Porque su crimen no tiene castigo. Y se ha ganado que no lo tenga. Claro que tiene remordimientos, sentimiento de culpa. Pero le va a durar bien poco, dice Allen en su lección de cinismo, en su broma de moraleja. ¿Se le está aliviando la culpa a Allen?. Los fantasmas que se le aparecen, naturalmente su conciencia, tienen la misma función del coro griego que perseguía a Allen en Todos dicen I Love. Pero mientras que allí estaban continuamente sermoneándolo, aquí aparecen fugazmente, una sola vez: Está mal lo que hiciste. Claro que sí, parece decirles él mientras vuelve a la cómoda vida que se ha ganado a sangre.

27/4/06 8:25 p. m.  
Blogger Unknown said...

Totalmente de acuerdo con los dos últimos comentarios, que no se contradicen, más bien se complementan: al fin y al cabo, "Crimen y castigo" es un tratamiento de la eterna lucha entre las pulsiones naturales (amorales, por definición) y la moral establecida. Lo que echo de menos, insisto, es la ironía (que no el cinismo, bastante evidente aquí).

La de Allen es una ironía arrancada a la madurez: por eso nos resultan entrañablemente malas sus primeras películas (la ya mencionada "Bananas", por ejemplo), en contraste con las de la etapa que empieza con "Manhattan". La ironía suaviza las asperezas del mundo, nos enseña a tolerar mejor nuestras contradicciones, nos hace ser caritativos (ésa es la lección cervantina) con las debilidades de los demás.

Chris Wilton mata porque carece de ironía: es tremendista y taxativo, como suelen serlo los jóvenes(algunos). Nola Rice agobia a Wilton porque tampoco sabe hacer transacciones consigo misma y con la realidad.

Lo más sensato (permítaseme un poco de cinismo) sería ponerle un piso a Nola y seguir disfrutando de las ventajas del matrimonio con la otra. (Es lo que hace el propio Allen, casi por partida triple, en Manhattan).

28/4/06 8:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Aunque nuestras opiniones pudieran sumarse, y ni aún así conseguirían “explicar” todo lo que sugiere esta bola de partido, también debemos tener claro que no son coincidentes, señor Benítez. Cuando se bromea con una moraleja se la desarma, se desactiva, ya no pretende moralizar a nadie. El que sus protagonistas tengan una edad, y no otra, no es suficiente para convertir una narración en generacional. A ésta, en concreto, le falta amplitud. Entiendo que para sus muy concretos gustos personales reciba la supuesta falta de ironía como una pérdida con respecto a otras películas de Allen, pero no haga de esa cuestión personal piedra angular de su crítica. ¿Acaso no hay ironía en el tratamiento del personaje de la madre de Christ, que vive con angustia falócrata que su hijo se case con una cualquiera pero le parece estupendo que eso mismo lo haga su hija?. ¿No hay ironía en el personaje del padre de Christ, indiferente a todo lo que se cuece a su alrededor, cómodamente instalado en su cueva de libros y ópera?. ¿No es irónica, muy vista es cierto, su fulgurante ascensión en ese mundo de los negocios, donde el talento se sobreentiende implícito en la misma capacidad de seducir a la hija del magnate?. Podríamos seguir. El que Allen no utilice más esa ironía sólo tiene que ver con la historia que quiere contar. No haga elucubraciones para relacionar esta supuesta pérdida con la edad. No es la primera vez que Allen no quiere hacer de la ironía su única arma: ¿Dónde está la ironía en "Interiores", en "Septiembre", en "Otra mujer"?, ¿Es fundamental acaso en "Acordes y desacuerdos"?. ¿Cuándo Allen interpreta a Mr. Alien en "El Rey Lear", de Godard, o a sí mismo, como saxofonista, en "Wild Man Blues", está ironizando también?. No lo reduzca a autor de un único registro.

29/4/06 2:42 p. m.  
Blogger Unknown said...

Creo que disecciona usted muy bien los distintos registros de Allen. Las películas que menciona son, precisamente, las que menos me gustan de él, las que más acusan la onerosa influencia de Bergman en crudo (lo que no quiere decir que no me gusten, ni que no me guste Bergman). Pero eso no es más, como usted dice, que una cuestión personal.

Quizá donde dije "ironía" deba decir "ternura... irónica", no sé. Echo de menos ese ingrediente en esta película. Que, no se me malinterprete, no me parece mala, ni mucho menos. Y de qué va uno a hablar, si no es de sus gustos.

(Me encanta, por cierto, defenderlos en una animada conversación de cine, y ésta parece que lo es. Felicito a Mª Jesús por haberla suscitado).

29/4/06 7:35 p. m.  

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